Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1882-1883 (Cortes de 1881 a 1884)
Sesión: 9 de marzo de 1883
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 62, 1354
Tema: Declarando incompatible el cargo de Diputado a Cortes con todo sueldo, cesantía, pensión o comisión retribuida que perciba de fondos del Estado

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Desde el instante en que el Sr. Silvela pidió la palabra y se levantó a hacer uso de ella, sabía yo que no iba a contestar al Sr. Cañamaque, sino que se levantaba a atacar al Gobierno. Pero el Sr. Silvela en esta ocasión, a pesar de que no ha prescindido (porque no es fácil prescindir de lo que es innato) de la habilidad que acostumbra, ha oscurecido su habilidad con la exageración que ha dado a sus argumentos.

Cuando habló el Sr. Silvela, declaro que me quedé atónito y dije: ¿qué ha pasado aquí, que el Gobierno no ha comprendido, que no he comprendido yo, y que es tan grave, tan extraordinario y tan peligroso, que hace hablar al Sr. Silvela de esa manera y protestar de ese modo?

Y después de todo, Sr. Silvela, si el Gobierno no ha cumplido con su deber dejando sin correctivo ciertas cosas que creía S. S. que eran peligrosas, ¿por qué no le ha puesto S. S.? Porque yo dije: ya que el Gobierno no lo ha hecho, al fin y al cabo lo va a hacer el Sr. Silvela. Yo se lo hubiera agradecido siempre, pero resulta que el Sr. Silvela no lo ha hecho. (Risas.) ¿Qué ha pasado aquí, señores, que merezca que el Gobierno se revuelva contra un individuo de la mayoría? ¿Qué ha dicho el Sr. Cañamaque, que sea tan grave, tan peligroso, tan extraordinario, tan inaudito, que merezca que el Gobierno se levante a protestar contra las palabras de un amigo y correligionario?

Yo no he oído nada que sea tan grave, que haya merecido tan severo correctivo; y sin embargo, el Gobierno ha tenido cuidado de decir que no aceptaba la manera que con el Sr. Cañamaque había atacado la proposición del Sr. López Domínguez, en ciertos puntos en los cuales creo yo que había exagerado su argumentación el Diputado; exageración que no podía aceptar el Gobierno, pero que disculpaba en gracia al propósito que había animado al orador. Porque en último resultado, ¿qué ha dicho el Sr. Cañamaque? Que no está el mal, que no pueden estar los vicios del sistema constitucional y representativo en la ley de capacidad o incapacidad, tanto como en otro sistema que en otras ocasiones y en otras épocas se ha seguido; y como eso es verdad, yo no tengo nada que decir.

Ha hablado también el Sr. Silvela de la indisciplina del Sr. Cañamaque. Pues no la veo: porque ha de tener entendido el Sr. Silvela que el Sr. Cañamaque y los que han firmado esa proposición, como han firmado otras, me han preguntado si había libertad para presentar proposiciones en el mismo sentido que la del Sr. López Domínguez, y yo les he dicho que no había inconveniente; porque ¿quiere el Sr. Silvela que yo trate a los individuos de la mayoría como borregos que no puedan siquiera pensar? (Muy bien, muy bien.) ¿Es así como quiere S. S. tratar a sus amigos? No; en las cuestiones que no afectan al Gobierno, en los asuntos que no son de gobierno, tienen amplia libertad, y yo deseo que la tengan. ¡Pues no faltaba más! Y a pesar de esa disciplina tan rigurosa que el Sr. Silvela quiere imponer a sus amigos, indisciplina mucho mayor, si es que esto pudiera llamarse indisciplina, la he visto yo en el seno de la mayoría del partido conservador cuando el partido conservador era Gobierno, y aun en el seno de la minoría cuando el partido conservador es oposición. ¿Qué le extraña, pues, al Sr. Silvela? (Bien, muy bien.)

Luego el Sr. Silvela ha hablado de que el Presidente del Consejo no hace nada. Pues hace todo lo que cree necesario para conseguir sus fines, y como los consigue, no cree que debe hacer más. (Risas.) Hago lo que estimo justo y conveniente; pero como no creo que debo decirlo, ni que debo poner en escaparate mis actos, mis dichos ni mi acciones, sino que hago lo que puedo y lo que debo, sin dar cuenta a nadie más que a quien debe saberlo, resulta que el Sr. Silvela no sabe nada de lo que hago; y como yo no se lo he de decir, S. S. cree que no hago nada. Pues hago, Sr. Silvela, lo bastante para que S. S. esté mucho tiempo en la oposición y mi partido en el poder. (Risas. Muy bien, muy bien.) Aquí, no metiendo mucho ruido, no moviéndose mucho, venga bien o venga mal, no haciendo como que se hace, aunque no se haga nada, se dice que no se hace nada; pero exagerando mucho las cosas, suponiendo que el Gobierno libra al país de grandes calamidades y trastornos que no existen, se dice que el Gobierno hace mucho, aun cuando no haga nada.

Pues este Gobierno hace lo que debe: a estas horas, por vuestro sistema, se hubiera hablado mucho y se hubiera metido mucho ruido con ciertas cosas que pasan y que han pasado en todo tiempo, y se diría: ¡Qué activo es el Gobierno del partido conservador! ¡cuánto trabaja! Pues sin embargo, ese Gobierno hizo bastante menos que hace éste, que, sin alardes, cumple con su deber y no hace ciertas cosas, como los médicos malos que dan mucha importancia a cualquier dolencia, aunque se trate de un pequeño constipado, para luego afirmar que han hecho grandes cosas y que han librado al enfermo de un peligro inminente. Yo sigo un sistema muy distinto del vuestro, porque el vuestro ha pasado ya de moda; hoy ya no se gobierna así, haciendo muchos alardes: eso, creédmelo, es hasta cursi. (Risas.)

Por lo demás, Sres. Diputados, aquí no ha pasado nada extraordinario. El Sr. Cañamaque ha defendido sus ideas como lo ha tenido por conveniente, y ha dicho, con más o menos exageración, cómo ve S. S. el mal. No ha dicho que éste consista en cosas que una ley de incompatibilidades pueda modificar, sino en otras; no ha dicho que exista, ha dicho que puede existir en causas diversas, y ha llamado sobre ellas nuestra atención y ha hecho bien, porque bueno es llamar la atención, para que esos males, ya que por fortuna no existen, no vengan; y como no ha dicho más que eso, yo no he tenido que protestar ni de su indisciplina, porque no ha faltado a la disciplina de partido, ni de sus palabras, que en último resultado no ofrecen peligro ninguno. He dicho [1354]



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